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Autor: Oscar Wilde
Año de publicación: 1893
Editorial: Valdemar
Hay mucha gente que opina que Wilde era un misógino, pero a mí no me lo parece. Quizá suene a típica defensa de una fan acérrima, pero en lo que todos sus lectores estaremos de acuerdo es que sí era cínico, y es ese cinismo el que hace que sus sarcásticos comentarios sobre las mujeres a lo largo de su obra, parejos a algunos sobre los hombres, suenen misóginos. Pero criticar a ciertas mujeres, cosa que sin duda Wilde hace muy bien, no es ser misógino. Y el desenlace de Una mujer sin importancia, considerada por muchos la obra más floja que escribió el dramaturgo en la década de 1890, presencia el silencioso triunfo de una mujer sobre el dandy que trajo la desgracia sobre ella.
Una mujer sin importancia arranca en una fiesta de la alta sociedad en la residencia del matrimonio Hunstanton a la que asisten el joven Gerald Arbuthnot, el solterón empedernido Lord Illingworth y la heredera estadounidense Hester Worsley, entre otros. Durante la fiesta, Lord Illingworth ofrece a Gerald un puesto como secretario, y el joven accede, pero la llegada de su madre, una viuda respetable dedicada a obras de caridad a la que Lord Illingworth se refiere desdeñosamente como "una mujer sin importancia", trastoca sus planes, ya que se opone a que Gerald trabaje para Lord Illingworth, cuyo escabroso pasado en común con Mrs. Arbuthnot acaba saliendo a la luz.
No es por llevar la contraria a los estudiosos sobre Oscar Wilde, pero Una mujer sin importancia es la obra que más me ha gustado del irlandés, de las que llevo leídas. Poco me importa que reutilizara expresiones en El retrato de Dorian Gray, Un marido ideal o La importancia de llamarse Ernesto; el regusto "culebronero" de la historia de Mrs. Arbunthnot y su tratamiento dramático acorde con las resonancias que dicha historia tendría en la propia sociedad en que se desarrolla la obra no desmerece lo más mínimo la feroz crítica a la que somete Wilde a sus contemporáneos, personificando tipos sociales en los distintos personajes, cuya hipocresía se les echa en cara por medio del personaje de Hester Worsley, que, tras increpar a los aristócratas, es tachada de puritana. Así, el verdadero valor de Mrs. Arbunthnot como personaje no sale a flote hasta el cuarto acto, después de exponernos su tragedia personal y ser analizada desde distintos puntos de vista; sólo entonces tiene la protagonista su momento, ése en el que se nos demuestra que Wilde la respeta hasta el punto de hacer de ella una dama victoriosa.
Puntuación: 10
Este me falta!! Me leí la importancia de llamarse ernesto durante la carrera, y posteriormente el retrato de Dorian Grey, y la verdad es que me he quedado con ganas de leer esta historia. Gracias por tu reseña!! Yo también soy una gran admiradora de Wilde, y como tú, no creo que fuera misógino. Creo que simplemente disfrutaba criticando la encorsetada sociedad victoriana. Y con razón. Besitos!
ResponderEliminarAún no he leído La importancia de llamarse Ernesto, voy por orden cronológico, pero no dudo que me encantará. ¡Espero que la disfrutes!
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