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Autor: Oscar Wilde
Año de publicación: 1895
Editorial: Valdemar
Parece una cruel ironía que, después de escribir tantas comedias geniales, que tienen como colofón La importancia de llamarse Ernesto (la mejor, dicen), la vida de Oscar Wilde diese un giro de ciento ochenta grados para convertirse en una verdadera tragedia. En ocasiones trato de imaginarme al dramaturgo en su amargo tiempo en prisión, recordando las mieles de un éxito tan apabullante como el que disfrutó... No resulta extraño que fuese durante esa época cuando redactó De Profundis.
Pero volvamos a La importancia de llamarse Ernesto. Los protagonistas son dos amigos, Algernon Moncrieff y John Worthing. El primero es un ocioso caballero que ama los placeres de la vida, mientras que el segundo, un huérfano acogido por la familia a la que debe su apellido y que lleva una doble vida: en Londres se hace llamar Ernest, mientras que en su casa de campo su pupila, Cecily, y sus sirvientes le conocen por su verdadero nombre. John pretende a la prima de Algernon, Gwendolen Fairfax, pero a pesar de su amor mutuo, sus proposiciones se ven truncadas por la exigente madre de Gwendolen. Cuando Algernon descubre que su amigo finge ser otra persona sencillamente por diversión, y que tiene a una muchacha a su cargo en su casa del campo, se presenta en la misma haciéndose pasar por Ernest, el hermano crápula que John se ha inventado para poder viajar a Londres cuando le place, poniéndole de excusa. La confrontación entre los dos embusteros, Gwendolen y Cecily alcanza cotas de absurdo cuando ambas damas dicen estar dispuestas amar únicamente a un hombre llamado Ernest.
Wilde desplegó todo su talento como autor de comedias en esta obra en que el enredo y la crítica social alcanzan niveles insospechados hasta entonces, especialmente el segundo, pues La importancia de llamarse Ernesto presenta una sátira de las clases sociales altas y su hedonismo, perfectamente reflejado tanto abiertamente (en Algernon, que en ningún momento oculta que es un "vivi") como de tapadillo (en John, que parece mucho menos amoral que su amigo, pero que si se disecciona, se aprecia que todo lo que hace, lo hace por pura diversión). La acción tiene un ritmo de lo más fluido, casi cinematográfico (aunque el cine no existiera aún cuando la obra se puso en escena), y las situaciones se encadenan de manera que no da un respiro al lector.
No resulta sorprendente que La importancia de llamarse Ernesto sea considerada la mejor comedia de Oscar Wilde, porque es, sencillamente, sensacional.
Puntuación: 10