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Autor: Carrie Ryan
Año de publicación: 2009
Editorial: Montena
En algún momento tenía que llevarme una verdadera decepción con una novela juvenil. No suele sucederme porque sé exactamente lo que me voy a encontrar cuando abro una, y ése es el motivo por el que las leo: me entretienen, me divierten, me gustan por su fantasía sin complejos, su narrativa ágil y sus personajes fáciles de querer. Todas esas virtudes se hallan invertidas en Buscaré el océano, la primera entrega de una trilogía que dudo mucho que acabe de leer.
Mary vive en una pequeña aldea rodeada por una alta alambrada. Al otro lado se encuentra el Bosque de Manos y Dientes, un lugar inhóspito habitado por los siempre hambrientos Condenados. Mary trata de adaptarse a los rígidos principios que dirigen las vidas de todos los habitantes de su aldea: el sometimiento a las creencias propugnadas por la Hermandad y las directrices de Seguridad de los Guardianes. Sin embargo, Mary sueña día y noche con el océano, esa extensión de agua salada que aparece en las viejas historias de su madre. Pero una vez su madre se une a los Condenados y su hermano la repudia por no haberla salvado, Mary se ve obligada a unirse a la Hermandad, en el seno de la cual comienza a vislumbrar secretos que precipitan el fin de su pacífica aunque peligrosa existencia.
Concederé a The Forest of Hands and Teeth (título original de la novela, como siempre, me gusta mucho más que su homólogo traducido) la originalidad de su propuesta, con puntos extra por ser narrativa adolescente. Aunque los zombies están de moda, no se dejan ver con facilidad en este rango de edad, y además, la novela ofrece una perspectiva novedosa: en vez de desarrollarse poco después del Apocalipsis Zombie propiamente dicho, The Forest of Hands and Teeth comienza muchos, muchísimos años después del llamado Retorno, el momento en que los muertos comenzaron a salir de sus tumbas y a alimentarse de los vivos. Resulta interesante ver cómo el mundo ha regresado a la Edad Media en muchos aspectos de la vida en la aldea. No obstante, la parte atractiva de la historia acaba ahí, desde mi punto de vista, pues todo va cuesta abajo: los personajes se tambalean entre los arquetipos de la narrativa juvenil y los de la narrativa post-apocalíptica sin carisma alguno, haciendo y diciendo cosas que les hacen desentonar de la dinámica de la historia. La peor parte se la lleva Mary, que aunque en los primeros capítulos ofrece un carácter bien construido, a lo largo de la historia va degenerando hasta que no sabemos si es una adolescente atolondrada o una heroína trágica, pero en definitiva es más de lo primero y ante todo, es muy caprichosa, o al menos ésa es la semblanza definitiva que nos queda, sobre todo cuando leemos cómo evoluciona el inevitable triángulo amoroso que protagoniza con los hermanos Travis y Harry. Al resto de personajes les pasa lo mismo, aunque no llegan a ser tan insufribles como ella (no porque no lo intenten, a decir verdad).
Como toda historia de zombies, la novela se salda con bastantes escenas de acción y no pocas muertes. Las primeras están bien resueltas, sobre todo porque el escenario ideado por la autora no deja de ser bastante interesante, pero las muerte no están ni tan bien narradas ni tan bien encajadas como en otras sagas de narrativa juvenil distópica, y no quiero señalar. Cuando llegamos al final, el resultado es... bueno, difícil de definir. Digamos que es de esos finales en que parece que el autor se cansó y decidió finiquitarlo rápido. Todos hemos leído alguno de esos.
Sinceramente, no recomiendo esta novela. Aunque tenga pasajes bien escritos (siempre digo lo mismo, es verdad, pero generalmente se puede salvar algo de cualquier libro) y un planteamiento bueno pero desaprovechado, Buscaré el océano trata de reunir dos géneros en alza, pero ni pincha ni corta en ninguno de los dos.
Puntuación: 4
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