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Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton
Año de estreno: 2013
El estreno de uno de los taquillazos de la temporada en Cannes ha sido el pistoletazo de salida para recuperar El gran Gatsby, tanto en su formato literario original como en sus sucesivas adaptaciones cinematográficas. Yo me había puesto al día hace meses, deseosa de captar todos los detalles de la última película de uno de mis directores preferidos, y así se convirtió en una de mis novelas preferidas. Por ese motivo me he lanzado con entusiasmo a ver su electrizante nueva adaptación.
Nick Carraway, un alcohólico insomne internado en un centro especializado, comienza a escribir por consejo de su médico la historia de su extraordinario vecino Jay Gatsby, un hombre al que conoció en 1922, cuando el propio Nick era un joven y ambicioso corredor de bolsa, y que daba las fiestas más fastuosas de todo West Egg. Los dos hombres forjan una intensa amistad que se ve reforzada cuando Gatsby descubre que Nick es primo de Daisy Buchanan, su gran amor de juventud, a la que planea recuperar.
Cuando se empezó a hablar de que Baz Luhrmann iba a dirigir una nueva versión de la Gran Novela Americana, surgieron varias cuestiones. Para empezar, El gran Gatsby contaba con una versión cinematográfica de gran éxito estrenada en 1974, y el nombre del director está asociado tanto al gran éxito de Moulin Rouge! como al fracaso de Australia, sus películas más recientes. Los primeros tráilers mostraron una conexión estética más que evidente con la cinta que narra las desventuras de Christian y Satine, y es que El gran Gatsby comparte con Moulin Rouge! el impresionante despliegue visual, de recargada escenografía y esmerados efectos especiales que acentúan dicha imagen, y la omnipresente (y magnífica) banda sonora que aporta a la película una imagen muy particular y alejada de su célebre predecesora de 1974, una maniobra que puede resultar equivocada para algunos, aunque a mí me parece valiente, pues permite que Luhrmann aporte su sello personal a la historia y adquiere personalidad.
Narrativamente, El gran Gatsby se toma algunas pequeñas libertades respecto al material original, pero sin llegar a decepcionar a menos que se sea un auténtico purista. Las interpretaciones brillan con luz propia, con especial mención al trío masculino: Leonardo DiCaprio embruja como Gatsby, y la química que transmite su amistad con Nick, encarnado por Tobey Maguire y amigo suyo desde la infancia, es la sensación más intensa que transmite la película, más incluso que su romance con Daisy. Joel Edgerton firma un Tom Buchanan que adquiere una presencia constante a medida que avanza la película, y su química con su esposa en la ficción, encarnada por Carey Mulligan, es incluso mayor que la de los amantes. Me sorprendieron gratamente Elizabeth Debicki como la estirada Jordan Baker, quizá un poco más humana que en la novela, y las cortas apariciones de Isla Fisher como la chabacana Myrtle Wilson.
En gran valor de El gran Gatsby, además de su historia ya inmortal, es la fuerza de su escenografía y efectos visuales, no aptos para incondicionales de la versión clásica, pero con un carácter sencillamente único.
Puntuación: 9