Título: El planeta de los simios (Planet of the apes)
Director: Franklin J. Schaffner
Intérpretes: Charlton Heston, Kim Hunter, Roddy McDowall, Maurice Evans
Año de estreno: 1968
En el Museo de Bellas Artes de Boston se conserva un famoso y enigmático lienzo de Paul Gauguin titulado ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?. Son éstas tres preguntas habituales en el género humano, preguntas que poseen muchas posibles respuestas, pero ninguna definitivamente satisfactoria para cada uno de nosotros. A nivel de una mirada hacia el futuro, viendo lo que nos rodea, cabe preguntarnos si realmente seríamos capaces de mejorar. ¿Pueden evolución e involución transformarse en una misma cosa? El planeta de los simios juega con esa sórdida idea.
Tres astronautas llamados Taylor, Landon y Dodge aterrizan en un planeta desconocido en el año 3978 después de un viaje de unos dos mil seis años a la velocidad de la luz, que dentro de la nave no han sido más que dieciocho meses. Tras explorar ese mundo desconocido, los tres norteamericanos se topan con otros seres humanos que se comportan como imaginamos en los hombres prehistóricos: se cubren apenas con pieles de animales, comen frutas y no saben hablar. El descubrimiento se ve sorprendido por una insólita cacería: un grupo de simios, concretamente gorilas, armados con rifles y montados a caballo, que atrapan con fiereza a la tribu humana. Preso de los simios y temporalmente mudo, Taylor descubre la organización social de los pobladores de ese planeta, cuyo escalón más bajo ocupan los humanos, considerados animales. Cuando la psicóloga Zira descubre que uno de los hombres cazados puede hablar como ellos, los cimientos de la sociedad de los simios comienzan a tambalearse.
El planeta de los simios tiene ese pequeño inconveniente de que todo el mundo sabe cómo acaba porque forma parte de la cultura popular. Cuando la veía, no dejaba de preguntarme qué clase de conmoción sentiría la gente a finales de los sesenta cuando descubren el inquietante desenlace de la trama, revelando los misterios que rodean a los simios y su mundo. Su éxito se resume, no sólo en ese impacto en la cultura popular, sino en la existencia de nada menos que cuatro secuelas (Regreso al planeta de los simios en 1970, Huida del planeta de los simios en 1971, La rebelión de los simios en 1972 y La conquista del planeta de los simios en 1973), un sonado remake dirigido por Tim Burton en 2001, dos series de televisión, una de ellas de animación, y una nueva película que verá la luz en 2011 y que narrará los acontecimientos previos a la película original de 1968. ¿Su título? Rise of the apes. Originalidad al poder, ¿verdad?
Aunque a estas alturas de la película (y nunca mejor dicho) ninguna ambientación en materia de ciencia-ficción pueda sorprendernos, la manera en que se retrata la sociedad simiesca es muy interesante, pues mezcla un fervor religioso muy medieval con intereses científicos puramente futuristas, que encajan a la perfección con el sentido global del largometraje y el sentido cíclico de la Historia reflejado por el mismo. La caracterización de los actores como distintas clases de simios (gorilas, orangutanes y chimpancés) está muy lograda, y sus actuaciones no se limitan a personas con careta: la manera que tienen de andar y de moverse en general nos recuerda que no son seres humanos.
Como muchas películas antiguas, El planeta de los simios puede sonar sobremusicalizada, pero se trata más bien de que posee unas melodías muy estridentes, dominadas por un característico leitmotiv que se hace reconocible a los pocos minutos de metraje, permitiendo que nuestro cerebro lo identifique con la cercanía de problemas para los personajes.
Puntuación: 7
Director: Franklin J. Schaffner
Intérpretes: Charlton Heston, Kim Hunter, Roddy McDowall, Maurice Evans
Año de estreno: 1968
En el Museo de Bellas Artes de Boston se conserva un famoso y enigmático lienzo de Paul Gauguin titulado ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?. Son éstas tres preguntas habituales en el género humano, preguntas que poseen muchas posibles respuestas, pero ninguna definitivamente satisfactoria para cada uno de nosotros. A nivel de una mirada hacia el futuro, viendo lo que nos rodea, cabe preguntarnos si realmente seríamos capaces de mejorar. ¿Pueden evolución e involución transformarse en una misma cosa? El planeta de los simios juega con esa sórdida idea.
Tres astronautas llamados Taylor, Landon y Dodge aterrizan en un planeta desconocido en el año 3978 después de un viaje de unos dos mil seis años a la velocidad de la luz, que dentro de la nave no han sido más que dieciocho meses. Tras explorar ese mundo desconocido, los tres norteamericanos se topan con otros seres humanos que se comportan como imaginamos en los hombres prehistóricos: se cubren apenas con pieles de animales, comen frutas y no saben hablar. El descubrimiento se ve sorprendido por una insólita cacería: un grupo de simios, concretamente gorilas, armados con rifles y montados a caballo, que atrapan con fiereza a la tribu humana. Preso de los simios y temporalmente mudo, Taylor descubre la organización social de los pobladores de ese planeta, cuyo escalón más bajo ocupan los humanos, considerados animales. Cuando la psicóloga Zira descubre que uno de los hombres cazados puede hablar como ellos, los cimientos de la sociedad de los simios comienzan a tambalearse.
El planeta de los simios tiene ese pequeño inconveniente de que todo el mundo sabe cómo acaba porque forma parte de la cultura popular. Cuando la veía, no dejaba de preguntarme qué clase de conmoción sentiría la gente a finales de los sesenta cuando descubren el inquietante desenlace de la trama, revelando los misterios que rodean a los simios y su mundo. Su éxito se resume, no sólo en ese impacto en la cultura popular, sino en la existencia de nada menos que cuatro secuelas (Regreso al planeta de los simios en 1970, Huida del planeta de los simios en 1971, La rebelión de los simios en 1972 y La conquista del planeta de los simios en 1973), un sonado remake dirigido por Tim Burton en 2001, dos series de televisión, una de ellas de animación, y una nueva película que verá la luz en 2011 y que narrará los acontecimientos previos a la película original de 1968. ¿Su título? Rise of the apes. Originalidad al poder, ¿verdad?
Aunque a estas alturas de la película (y nunca mejor dicho) ninguna ambientación en materia de ciencia-ficción pueda sorprendernos, la manera en que se retrata la sociedad simiesca es muy interesante, pues mezcla un fervor religioso muy medieval con intereses científicos puramente futuristas, que encajan a la perfección con el sentido global del largometraje y el sentido cíclico de la Historia reflejado por el mismo. La caracterización de los actores como distintas clases de simios (gorilas, orangutanes y chimpancés) está muy lograda, y sus actuaciones no se limitan a personas con careta: la manera que tienen de andar y de moverse en general nos recuerda que no son seres humanos.
Como muchas películas antiguas, El planeta de los simios puede sonar sobremusicalizada, pero se trata más bien de que posee unas melodías muy estridentes, dominadas por un característico leitmotiv que se hace reconocible a los pocos minutos de metraje, permitiendo que nuestro cerebro lo identifique con la cercanía de problemas para los personajes.
Puntuación: 7
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