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Autor: John Boyne
Año de publicación: 2011
Editorial: Salamandra
No es por llevar la contraria, pero cuando todo el mundo habla sin cesar de un libro, a mí no me suelen entrar ganas de leerlo. Eso fue lo que me pasó con el boom que desató en España El niño con el pijama de rayas, la celebérrima novela que catapultó a la fama a su autor, provocándole lo que yo llamo el "síndrome de un solo libro", es decir: en todas sus obras siguientes aparecerá el subtítulo de "autor de X libro", para que los lectores sepan qué comprar. Es similar al "síndrome del galardón". Pero bueno, aunque diga que no me interesaba El niño con el pijama de rayas (y recuerdo lo mucho que me sorprendió que la gente de mi edad o algo menores que lo leían no supieran dónde se desarrollaba la novela hasta las últimas páginas de la misma, cuando a mí me pareció extraordinariamente claro al leer el título), al final me lo leí, y no faltó quien me miró como si fuera un monstruo al manifestar que no me impresionó especialmente. Supongo que haber leído el Diario de Ana Frank a los doce años me curtió un poco en el tema en concreto.
Por el contrario, La casa del propósito especial me atrajo desde el principio, y es que la historia de Rusia en las primeras décadas del siglo XX me parece apasionante. La casa del propósito especial tiene como protagonista a Georgi, un anciano de origen ruso cuya esposa agoniza en un hospital londinense. Georgi rememora su infancia en el mísero pueblo de Kashin, donde fue reclutado para convertirse en el guardaespaldas personal del zarevich Alexis. La narración de los decadentes años dorados de la monarquía rusa se alterna con el duro relato del exilio de una pareja fiel a una forma de vida cuya desaparición supuso el desmoronamiento de la mitad de un país.
Cualquiera que se haya leído El niño con el pijama de rayas identificará con facilidad ese estilo capaz de gustar al gran público y de tocar la fibra con mayor o menor frecuencia. Pero si con el tema elegido en dicha novela lo tenía fácil, con La casa del propósito especial se esmera especialmente para presentarnos a la familia real rusa, y en especial al zar y a su hija menor, Anastasia, como criaturas bondadosas y amables, completamente ignorantes de los sufrimientos de su pueblo y ante todo, indignas de su triste destino. Asimismo, el famoso monje Rasputín se convierte en una suerte de villano o antagonista para determinados pasajes de la historia, en una maniobra un tanto forzada que el autor aprovecha para colar a su protagonista ficticio en hechos que tuvieron lugar realmente. Quizá lo más interesante de la narración es la alternancia de capítulos en los que el protagonista relata sus años en Rusia desde su infancia (denotados por tener título) con otros en los que nos cuenta su vida en el exilio retrocediendo desde el momento presente (los años ochenta, en Inglaterra), denotados por las fechas. El problema es que los acontecimientos relatados en estos últimos están mucho más resumidos, y nos da la impresión de que quedan muchas cosas por contar, hechos apenas esbozados a los que no se vuelve a hacer mención. A ello se une un protagonista que, lejos de ser perfecto, tiene numerosos defectos, cosa que puede hacerlo antipático al lector, como me sucedió a mí.
En general, cuando terminé de leer La casa del propósito especial, me sentí como cuando terminé con El niño con el pijama de rayas: había leído un texto sobrevalorado.
Puntuación: 6
Pues una pena, porque realmente se trata de una época apasionante... Besitos!
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