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Director: Larry Charles
Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Ben Kingsley, Anna Faris, Jason Mantzoukas
Año de estreno: 2012
Gracias a Borat, Sacha Baron Cohen se convirtió en un personaje mundialmente conocido. Aunque ya era famoso antes en su Inglaterra natal gracias a otro de sus personajes, Ali G, fue su película sobre el periodista kazajo la que le aportó no sólo unos cuantos premios que pocos antes podrían haber creído que llegarían a recaer en la clase de comedia que hace Cohen. Sus películas y personajes nunca están exentos de polémica, y desde que se anunció el proyecto para rodar El dictador, su última aventura no ha diferido en ese aspecto.
El Almirante General Aladeen rige la República de Wadiya con mano de hierro, rodeado por inenarrables lujos mientras sus opositores políticos, algunos de sus aliados y habitantes del país en general son ejecutados según sus órdenes. La dos grandes obsesiones de Aladeen son desarrollar armas nucleares con las que atacar Israel y evitar que los pozos de petróleo de Wadiya sean explotados por intereses extranjeros. Ambas despiertan las iras de la ONU, y para calmarles, Aladeen decide viajar a los Estados Unidos rodeado por todo su séquito, pero una vez allí su hombre de confianza, su tío Tamir, le manda asesinar y coloca en su lugar al doble del dictador, al que planea utilizar como marioneta para cambiar el régimen y la Constitución de Wadiya para así permitir que el petróleo sea extraído y poder enriquecerse. Aladeen escapa milagrosamente a su verdugo y se encuentra de repente solo y pobre en Nueva York, sin que nadie le reconozca después de que le hayan afeitado su poblada barba, su rasgo más distintivo.
El dictador es exactamente lo que promete: una comedia muy bestia que enhebra despropósito tras despropósito y no deja títere con cabeza. Aunque en los últimos años hablar de los países árabes, sus regímenes totalitarios, las armas de destrucción masiva y el papel del petróleo es pisar terreno pantanoso, por decirlo de manera suave, Sacha Baron Cohen no tiene escrúpulos en hacer críticas de la manera menos sutil posible, sacando punta tanto a los excesos de los líderes de países islámicos como a ideologías varias, sin que falten tampoco, faltaría más, los chistes y escenas de índole sexual y escatológica. Aunque los fans acérrimos del cómico se han quejado de que es menos hiriente que sus trabajos anteriores, El dictador es un entretenimiento cafre recomendado sólo para gente sin complejos ni prejuicios.
Puntuación: 6
Puntuación: 6
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