Título: Akira
Director: Katsuhiro Ôtomo
Intérpretes (voces): Mitsuo Iwata, Nozomi Sasaki, Mami Koyama, Tarô Ishida
Año de estreno: 1988
Todo lo que tenemos los otakus occidentales se lo debemos a Akira.
Técnicamente, el creador del manga como estilo de cómic fue un médico llamado Osamu Tezuka, que, fascinado por el cine de Disney, inventó un estilo propio de dibujo, con personajes redondeados y con grandes ojos (herencia directa de Bambi, entre otros títulos) y un empleo de las viñetas inspirado en los fotogramas de las películas de animación del estudio estadounidense. Todo amante del manganime que se precie suele saber eso. Sin embargo, el bueno de Tezuka resulta irrelevante en lo que atañe a la entrada del manganime en Occidente. La carta de presentación de los cómics y la animación japoneses en este lado del mundo fue este revolucionario largometraje, que funcionó lo bastante bien como carta de presentación como para lograr la fastuosa acogida de la que goza desde entonces.
Akira condensa, en dos horas de metraje, un argumento que ocupa 2182 páginas de manga recogidas en seis tomos. La compleja historia se desarrolla en la ciudad de Neo-Tokyo, levantada sobre los escombros de la capital, destruida en un desastre nuclear ocurrido durante la III Guerra Mundial. Nos hallamos en el año 2019 (ya no suena tan lejano como en el estreno de la película), y Neo-Tokyo es una megalópolis sin ley, en la que reinan los políticos corruptos y el Ejército se encarga de reprimir violentamente las manifestaciones. En este entorno viven Kaneda y su banda de moteros, siempre en conflicto con otras bandas como ellos. Una noche, durante una pelea, uno de los miembros de la banda de Kaneda, el tímido Tetsuo Shima, sufre un aparatoso accidente a causa de un misterioso niño con aspecto de anciano. Como resultado, el Ejército se lleva a Tetsuo, y Kaneda se pone a buscar a su amigo. Mientras tanto, un misterioso proyecto científico experimenta con Tetsuo, buscando hallar un poder tan inconmensurable como terrorífico: el poder de Akira.
Debo reconocer que no comprendí del todo la trama de la película hasta haberla visto por segunda vez (y nada menos que en televisión, lo cual resulta más sorprendente todavía). La historia deja entrever una complejidad resumidísima para no pasarse del formato de película, eliminando para ello numerosos detalles narrativos y subtramas que están ampliamente desarrollados en el manga que dio origen a esta famosísima obra de animación, dirigida por el autor de la propia obra original. El desarrollo de Akira destaca por sus altas dosis de violencia (una de las características más difundidas del anime) y por el empleo de elementos narrativos y visuales que hoy se consideran clásicos del propio anime; algunos están incluso desfasados. Sin embargo, Akira cuenta con una animación brillante, de mayor calidad incluso que series y películas que se hacen hoy en día, un empleo del color que marcó una época y una música hipnótica e incluso perturbadora en algunas secuencias.
Akira es un clásico que no debería faltar en ningún ciclo de cine de animación, pero aviso para navegantes: esta película es el mejor ejemplo de que, al contrario de lo que se suele pensar en España, la animación no es sólo para niños.
Puntuación: 9
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