Director: David Yates
Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Ralph Fiennes
Año de estreno: 2010
En el año 2008 vio la luz en España la novela que marca el desenlace de la saga más famosa de la literatura juvenil reciente. Muchos hemos sido los que hemos crecido al mismo tiempo que el protagonista titular y sus amigos, y esta esperada conclusión a las aventuras del niño mago no dejó indiferente a nadie, para bien o para mal. En mi caso, debo reconocer que Harry Potter y las Reliquias de la Muerte no es de mis libros predilectos. Lo cierto es que, desde la muerte de Sirius en Harry Potter y la Orden del Fénix (dudo mucho que este dato pueda seguir considerándose un spoiler), la saga decayó mucho para mi gusto. De hecho, apenas recuerdo el desarrollo de Harry Potter y el Misterio del Príncipe (título cuya traducción resume toda una historia de desafortunadas traducciones de la saga del niño mago). En cuanto a las películas, me quedé en Harry Potter y el Cáliz de Fuego, fundamentalmente por el desinterés en las siguientes adaptaciones. La película en la que tenía mayores expectativas por adaptar mi entrega favorita, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, no me gustó, y la película siguiente fui a verla por acompañar a unos amigos, como ha sucedido con la última en estrenarse hasta la fecha.
El mundo de Harry se desmorona poco a poco. Tras la muerte de su mentor, Albus Dumbledore, y la subida al poder de Voldemort y sus mortífagos, ningún lugar es seguro para el Niño que Vivió, aunque la Órden del Fénix pone todo su esfuerzo en protegerle. Junto a sus inseparables amigos Ron y Hermione, Harry se embarca en la búsqueda de los siete Horrocruxes, objetos en los que Voldemort ha ocultado fragmentos de su propia alma a fin de hacerse inmortal. La búsqueda no tarda en entrañar grandes peligros cuando el grupo es cercado por los acólitos de Voldemort y los Horrocruxes se revelan cargados de un poder maligno. Una casualidad conduce a los tres adolescentes hacia una nueva pista: las Reliquias de la Muerte, tres objetos míticos que convertirían a su poseedor en Señor de la Muerte, y que Voldemort busca desesperadamente.
Cuando leí que Harry Potter y las Reliquias de la Muerte se rodaría en dos partes, no pensé en ningún momento que se hiciese por motivos comerciales. Es más, desde que los volúmenes de la saga comenzaron a frisar las quinientas o seiscientas páginas, es decir, a partir del cuarto libro, las adaptaciones se vuelven más complicadas y los directores se ven obligados a sacar la tijera y eliminar pasajes superfluos para la historia central. En dos horas y media que dura la primera parte de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte se puede retratar holgadamente la angustiosa búsqueda de los Horrocruxes que va minando a los personajes. Se les aprecia mucho más maduros y exhiben unas dotes actorales muy mejoradas. Sin embargo, en mi opinión, por alguna razón la que más brilla es Hermione, cuyo personaje eclipsa en ciertos pasajes a Ron e incluso al propio Harry, imponiéndose casi como protagonista de la película.
Algo que me ha sorprendido gratamente es la calidad técnica de la película. Posee una fotografía muy cuidada, con amplias visiones de paisajes e interesantes cambios de luces y colores. Gran parte de las localizaciones son exteriores de tonalidades grisáceas que refuerzan con gran efectividad el estado de ánimo de los personajes y su desesperanzada situación. La música repite el recurrente leitmotiv que ha presidido las seis entregas anteriores, pero sorprende con alguna que otra melodía diegética, algo poco habitual en la saga de Harry Potter.
Puntuación: 7
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