martes, 16 de noviembre de 2010

La niña de Luzmela

Título: La niña de Luzmela
Autor: Concha Espina
Año de publicación: 1909
Editorial: Espasa-Calpe

Lo que son las cosas: trasteando por Wikipedia, di con la biografía de Concha Espina, a la que sólo conocía por la estación de Metro de Madrid que lleva su nombre. Resulta que fue una muy prolífica escritora que redactó sus numerosas obras entre principios del siglo XX y la mitad del mismo. Dos de sus obras fueron, incluso, llevadas al cine en su momento. Cuando, movida por la curiosidad, acudí a la página web de la Casa del Libro, descubro que tan sólo tres de sus libros están disponibles en esta librería de librerías: el celebrado ensayo Mujeres del Quijote, el relato de viajes Singladuras. Viaje americano y la novela El metal de los muertos. Si uno consulta su bibliografía completa en Wikipedia o  en escritoras.com, se dará cuenta de que esto no es más que una mínima parte de su obra. Cuando se me presentó la oportunidad de echarle un vistazo a su primera novela, ni lo dudé: ya tenía ganas de conocer a esta autora tan interesante.

La niña de Luzmela se desarrolla entre dos pueblos cántabros: el que aparece en el título y Rucanto. La protagonista es Carmen, hija del señor de Luzmela, que queda huérfana a los trece años y es enviada, de acuerdo con el testamento de su padre, con su tía Rebeca y los hijos de ésta, Andrés, Narcisa y Julio. Éstos, que ambicionan la cuantiosa herencia que Carmen recibió al morir su padre, la maltratan durante años, y ella se somete con la secreta aspiración del alcanzar la santidad. Sólo dos personas tratan de ayudarla: Fernando, un marinero primogénito de Rebeca que se encapricha temporalmente con Carmen y Salvador, protegido del padre de la chica, al que ella considera un hermano, perdidamente enamorado de ella.

La niña de Luzmela contiene todos los ingredientes de los novelones decimonónicos de huerfanitas sufridas que alcanzan la redención, son rescatadas por sus amados y escapan de toda una vida de vejaciones. La buena de Concha Espina tomó ese tópico de la narrativa del siglo anterior para situarla en esos pequeños pueblos del norte de España que seguían tan atrasados a principios del siglo XX como en centurias anteriores, y se esfuerza en recrear el paso de las estaciones centrándose en la crudeza de los inviernos (que en la segunda mitad de la novela coinciden con los momentos más amargos por los que pasa la protagonista) y la alegría de la primavera, que simboliza la salvación. A este panorama se añade el marcado fervor religioso de Carmen, muy de la época y muy de España, pero aporta a la narración un aspecto creíble: refleja una mentalidad que Concha Espina, pese a ser una mujer instruida, sin duda conoció.

No me atrevo decir que La niña de Luzmela sea una obra maestra, aunque sí es perfectamente comprensible que en el momento de su publicación alcanzase un gran éxito e incluso que lo mantuviese hasta 1949, año en que se estrenó su adaptación cinematográfica. Por desgracia, tanto el tema como muchos de sus recursos narrativos se han quedado muy anclados en el pasado. Sin embargo, la obra tiene pasajes muy evocadores y una antagonista, Narcisa, magistralmente bien construida.

Puntuación: 6

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