Título: Malditos Bastardos (Inglorious Basterds)
Director: Quentin Tarantino
Intérpretes: Brad Pitt, Christoph Waltz, Mélanie Laurent, Diane Kruger
Año de estreno: 2009
Érase una vez un ambicioso director de cine con un pasado como acomodador y encargado de videoclub que le había reportado una importante cultura cinéfila. Irrumpió en la escena de manera colosal gracias a dos películas rompedoras: Reservoir dogs y Pulp Fiction, que no tardaron en transformarse en referentes de culto. Su tercera película, Jackie Brown, de factura más clásica, no levantó tantas pasiones pese a estar magníficamente realizada. Se hizo esperar varios años antes de estrenar su esperado cuarto largometraje, Kill Bill, que vio la luz en forma de dos entregas, pues su enorme duración invalidaba que fuese editada como una sola película. Tres años más tarde regresaba a escena de la mano de su amigo Robert Rodriguez realizando una de las dos películas de Grindhouse, que homenajeaba los programas dobles de películas de serie B en Estados Unidos: Death Proof. La caída de la calidad respecto a sus obras anteriores con esta última generó una gran expectación cuando comenzaron a propagarse por Internet las noticias de la que sería su sexta película: Malditos Bastardos.
La diferencia más notable entre este último filme y los anteriores no es otra que la ambientación: mientras que las películas anteriores eran un canto a la cultura popular de los años 90 o, como muy pronto, 80, Malditos Bastardos se desarrolla entre 1941 y 1944. El escenario se traslada, pues, a la Francia ocupada por los nazis. En medio del horror desarrollado por Hitler y su Holocausto, un grupo de militares norteamericanos que se hacen llamar los "Bastardos" desembarca en Europa con el único propósito de aniquilar tantos nazis como les sea posible. Su tarea les conduce hasta el estreno de la última película producida por Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Partido Nacionalsocialista: El orgullo de la nación. Dicho evento tiene lugar en un cine propiedad de una joven judía llamada Shosanna Dreyfus que se oculta bajo una falsa identidad y que, al verse forzada a alojar en su local dicho estreno, decide aprovechar la ocasión para vengarse de los nazis que ocuparon su país y asesinaron a su familia.
Para criticar la película, me gustaría aclarar que haré reflexiones comparando Malditos Bastardos con la filmografía anterior de Tarantino, hablando en general. No obstante, sólo he visto Pulp Fiction y Kill Bill; pido perdón por adelantado si hago juicios generalizados que no se corresponden a sus otras películas.
Malditos Bastardos carece de innovaciones importantes, y se aleja del llamado estilo Tarantino para mostras una clara influencia del cine clásico, tanto argumental como estéticamente, aunque posee una serie de toques que comentaré en los que el director le confiere su característico toque. El argumento, algo fantástico (pues carece de toda credibilidad histórica), no está narrado mediante los conocidísimos (y quizá demasiado utilizados por otros cineastas) saltos temporales que hicieron famosa a Pulp Fiction, sino de manera lineal, pero entrelazando las distintas historias, protagonizadas por los Bastardos y Shosanna, respectivamente. Se presenta con el estereotipo de buenos contra malos, aunque Tarantino da su toque número uno en la aparición de antihéroes: los Bastardos demuestran una crueldad que consigue que el público se ponga de su parte, y es que si se inflinge el mismo daño a los "malos", no nos parece tan mal.
En cuanto a su aspecto estético, la ambientación está muy cuidada en todos sus detalles, por lo que Tarantino se ve obligado a prescindir a sus adoradas referencias a la cultura popular, que sin embargo se ven sustituidas por numerosos guiños al cine clásico, desde los numerosos carteles que decoran el cine de Shosanna hasta la presencia de Emil Jannings en el estreno de El orgullo de la nación, así como la ésta, cuyas escenas traen a la memoria tanto los largometrajes propagandísticos de Leni Riefenstahl como el cine soviético de Sergei Eisenstein.
Al hablar de los actores, es difícil elegir uno por quien comenzar, pues no hay un protagonista claro. Son muchos los personajes que aparecen, entre norteamericanos, ingleses, franceses y alemanes. Los y las fans de Brad Pitt se van a llevar un chasco en ese aspecto. De hecho, me atrevería a comenzar por Christoph Waltz, que encarna a Hans Landa, alias "Cazajudíos", un nazi de apariencia poco imponente y tan afable que da mal rollo. Como resulta natural, todos los actores realizan un trabajo excelente; resulta imposible decantarse por ninguno. Pitt vuelve a demostrar que es un actorazo como la copa de un pino, Mélanie Laurent y Diane Kruger dan más de una sorpresa en sus papeles además de estar guapísimas y algunos de los incondicionales de Tarantino realizan pequeños papeles, algunos tan pequeños que sólo se oyen sus voces (Harvey Keitel y Samuel L. Jackson).
Quizá alguien extrañe que aún no haya hecho referencia alguna a una de las características más notables en el cine de Tarantino: la violencia. Efectivamente, en Malditos Bastardos no falta: la propia trama la propicia. No obstante, en mi opinión Tarantino se ha sobrado un poco. Hay un ensañamiento excesivo en las muertes, y algunas de ellas son absolutamente innecesarias. Con esto no quiero decir que el resto fuesen necesarias, sino que no son del todo justificables: algunos personajes podrían salir vivos sin que eso afectase a la calidad de la cinta. Sabemos que Tarantino no pretende que aparezcan héroes. Sin embargo, en ese aspecto me ha resultado incluso desagradable.
Puntuación: 6
La diferencia más notable entre este último filme y los anteriores no es otra que la ambientación: mientras que las películas anteriores eran un canto a la cultura popular de los años 90 o, como muy pronto, 80, Malditos Bastardos se desarrolla entre 1941 y 1944. El escenario se traslada, pues, a la Francia ocupada por los nazis. En medio del horror desarrollado por Hitler y su Holocausto, un grupo de militares norteamericanos que se hacen llamar los "Bastardos" desembarca en Europa con el único propósito de aniquilar tantos nazis como les sea posible. Su tarea les conduce hasta el estreno de la última película producida por Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Partido Nacionalsocialista: El orgullo de la nación. Dicho evento tiene lugar en un cine propiedad de una joven judía llamada Shosanna Dreyfus que se oculta bajo una falsa identidad y que, al verse forzada a alojar en su local dicho estreno, decide aprovechar la ocasión para vengarse de los nazis que ocuparon su país y asesinaron a su familia.
Para criticar la película, me gustaría aclarar que haré reflexiones comparando Malditos Bastardos con la filmografía anterior de Tarantino, hablando en general. No obstante, sólo he visto Pulp Fiction y Kill Bill; pido perdón por adelantado si hago juicios generalizados que no se corresponden a sus otras películas.
Malditos Bastardos carece de innovaciones importantes, y se aleja del llamado estilo Tarantino para mostras una clara influencia del cine clásico, tanto argumental como estéticamente, aunque posee una serie de toques que comentaré en los que el director le confiere su característico toque. El argumento, algo fantástico (pues carece de toda credibilidad histórica), no está narrado mediante los conocidísimos (y quizá demasiado utilizados por otros cineastas) saltos temporales que hicieron famosa a Pulp Fiction, sino de manera lineal, pero entrelazando las distintas historias, protagonizadas por los Bastardos y Shosanna, respectivamente. Se presenta con el estereotipo de buenos contra malos, aunque Tarantino da su toque número uno en la aparición de antihéroes: los Bastardos demuestran una crueldad que consigue que el público se ponga de su parte, y es que si se inflinge el mismo daño a los "malos", no nos parece tan mal.
En cuanto a su aspecto estético, la ambientación está muy cuidada en todos sus detalles, por lo que Tarantino se ve obligado a prescindir a sus adoradas referencias a la cultura popular, que sin embargo se ven sustituidas por numerosos guiños al cine clásico, desde los numerosos carteles que decoran el cine de Shosanna hasta la presencia de Emil Jannings en el estreno de El orgullo de la nación, así como la ésta, cuyas escenas traen a la memoria tanto los largometrajes propagandísticos de Leni Riefenstahl como el cine soviético de Sergei Eisenstein.
Al hablar de los actores, es difícil elegir uno por quien comenzar, pues no hay un protagonista claro. Son muchos los personajes que aparecen, entre norteamericanos, ingleses, franceses y alemanes. Los y las fans de Brad Pitt se van a llevar un chasco en ese aspecto. De hecho, me atrevería a comenzar por Christoph Waltz, que encarna a Hans Landa, alias "Cazajudíos", un nazi de apariencia poco imponente y tan afable que da mal rollo. Como resulta natural, todos los actores realizan un trabajo excelente; resulta imposible decantarse por ninguno. Pitt vuelve a demostrar que es un actorazo como la copa de un pino, Mélanie Laurent y Diane Kruger dan más de una sorpresa en sus papeles además de estar guapísimas y algunos de los incondicionales de Tarantino realizan pequeños papeles, algunos tan pequeños que sólo se oyen sus voces (Harvey Keitel y Samuel L. Jackson).
Quizá alguien extrañe que aún no haya hecho referencia alguna a una de las características más notables en el cine de Tarantino: la violencia. Efectivamente, en Malditos Bastardos no falta: la propia trama la propicia. No obstante, en mi opinión Tarantino se ha sobrado un poco. Hay un ensañamiento excesivo en las muertes, y algunas de ellas son absolutamente innecesarias. Con esto no quiero decir que el resto fuesen necesarias, sino que no son del todo justificables: algunos personajes podrían salir vivos sin que eso afectase a la calidad de la cinta. Sabemos que Tarantino no pretende que aparezcan héroes. Sin embargo, en ese aspecto me ha resultado incluso desagradable.
Puntuación: 6
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