jueves, 3 de junio de 2010

La culpa ajena


Título: La culpa ajena (Broken blossoms or The yellow man and the girl)
Director: D. W. Griffith
Intérpretes: Lillian Gish, Richard Barthelmess, Donald Crisp, Edward Peil Sr.
Año de estreno: 1919

Los títulos más conocidos de la extensísima filmografía de Griffith son El nacimiento de una nación e Intolerancia. No obstante, hay muchos otros títulos en los que se puede reconocer la mano del legendario director, así como su particular tratamiento de sus temas predilectos. La culpa ajena narra una dramática historia en la que el racismo, la brutalidad, el miedo y la bondad innata se encarnan en los distintos personajes.

Un joven chino llamado Cheng Huan abandona su patria con el objetivo de viajar a Inglaterra y propagar la doctrina budista. Años más tarde, el bueno de Cheng ha fracasado en su propósito y es un perdedor más, regenta una tienda de regalos chinos y es habitual verle en los fumaderos de opio. Por otra parte nos encontramos a Lucy, una niña cuyo padre, el boxeador Battling Burrows, maltrata a menudo, y que carece de toda clase de sueños porque desconoce la esperanza. Cuando, tras una enorme paliza, Lucy se desploma en el interior de la tienda de Cheng, él dedica todos sus esfuerzos a cuidarla.

El argumento posee un patetismo que tan sólo el tratamiento visual del mismo hace realmente trágico. Griffith recrea a la perfección, asistido por las interpretaciones de los actores (destaca especialmente Lillian Gish, que sorprendentemente hace creíble un papel infantil a sus veintiséis años de edad, sobre todo en las escenas en las que demuestra su miedo); no resulta complicado imaginarse a los espectadores estadounidenses, recién salidos de la I Guerra Mundial, llorando a moco tendido con esta conmovedora historia en la que el sufrimiento en todas sus vertientes posee una presencia uniforme a lo largo de toda la trama.

Acerca del aspecto estético, poco se puede decir. La culpa ajena es una película muy antigua y su estado de conservación no permite que su calidad sea tan buena como en el momento de su estreno. El blanco y negro original se ve teñido de distintos colores según las secuencias, una práctica muy habitual en la época del cine mudo para denotar si el ambiente es interior o exterior (todo se rodaba en estudio), o la hora del día en que se desarrolla la acción. Los intertítulos originales poseen, en su mayoría, un fondo opaco en negro, si bien algunos presentan dibujos que sugieren el lirismo de las frases que desciben los sentimientos de Cheng hacia Lucy.

Puntuación: 6

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